lunes, 27 de agosto de 2018

30/6/2018 A Rua - Quiroga



Pues sí, se complicó un poco. Hay que aprovechar lo que se te va presentando. Charlar con la gente del sitio, compartir, risas, vinos. José Antonio se retiró antes. Yo estuve hasta la una.


A las seis suena el despertador, está lloviendo, tocan 30 Km, no hay pueblos para repostar ni hemos comprado nada. Puf, ¿de verdad merece la pena salir?, ¿no habrá un tren?. Te dejas llevar. Nos comemos unas magdalenas que me dio Isa en Madrid y un par de mantecadas que quedaron de Astorga. Con un yogurt líquido de José Antonio arreglamos el desayuno y a ver qué pasa.



Va parando la lluvia, el bar de la esquina abre, la camarera boliviana, amabilísima, nos va dando buenas energías. En la gasolinera compramos unos bocatas y líquidos. No hay más remedio que echar a andar.

Vamos a encontrarnos con huellas conocidas, esta vez sobre  barro fresco. Quien sea ha salido esta mañana de A Rua.


Se cierra el cielo y vuelve a llover, fuerte, con truenos que retumban en las montañas. Hace fresco, y es preferible a andar bajo el sol.


Con las capuchas que te cierran el campo visual, las gotas resuenan, se acaban las posibles conversaciones. Se va bien. Esperas que el calcetín mojado, pesado, no se te mueva en la zapatilla y termine haciendo ampollas en la piel reblandecida.


Oh, sorpresa. Al salir de Montefurado, desierto como casi todos los pueblos, nos encontramos al peregrino de la huella conocida. Nos lleva solo unos metros, va a buen paso y tardaremos 10 minutos en ponernos a su altura. Mientras tanto, ¿es chico? ¿es chica?. Es Txaro, de Bilbao, nos alegramos de vernos. En un rato ya nos hemos puesto al día. Una parada en el cobertizo de una ermita, para reponer fuerzas. Deja de llover. La novedad y el fresco hacen que los kilómetros pasen volando. Llegaremos a Quiroga sobre las 14h.





En el bar nos ofrecen darnos los platos según les parezca. Aceptamos. Me da rabia dejar comida sin terminar. Qué barbaridad, qué variedad.


Siesta memorable.

Paseo luego por la orilla del río Quiroga. Zonas medio organizadas con bancos y paseos, la Naturaleza se hace con ellos, los integra entre los avellanos, castaños, zarzas, arbustos y el río. Siento una tristeza extraña otra vez. Diría que es por no ser parte de esa armonía que nace espontánea, las plantas mueren y siguen dando valor al conjunto. No termino de entender esa emoción que viene de dentro.



Mañana de vuelta a Madrid, se acaba el Camino este año. Se me acaba la luz (22:36 h) y estoy escribiendo con luz natural. Ya no veo.












No hay comentarios:

Publicar un comentario