lunes, 27 de agosto de 2018

25/6/2018 Astorga - Foncebadón

Amanece en Astorga

Este año vamos José Antonio y yo. Charlamos durante todo el día. Pocas fotos, pocas notas.

Nos quedamos en un albergue donde había estado con los "niños" años atrás. La Cena Comunitaria resultó ser un timo.

Hace unos años Pedro Planta y yo acabamos una noche con las Franciskaner


26/6/2018 Foncebadón - Ponferrada


Sin grandes expectativas, como ya he pasado unas cuantas veces por aquí, pierdo el interés.



Todavía no he hecho fotos, salvo las típicas de la Cruz de Ferro y algún intento que queda en nada.



Pie de la Cruz de Ferro


Para taxigrinos



Al pasar por Manjarín saludamos a Tomás, con las gafas igual de sucias que el resto del albergue.



Cuando te vuelves a encontrar a personas que has conocido hace años en situaciones parecidas, enternece.

Tomás y José Antonio


Vuelve el recuerdo de las carreras que hicimos Javier y yo llegando a El Acebo, cuando el tendría unos 15 años. Hoy el pueblo estaba debajo de un mar de nubes.



Por no se qué razón no he hecho fotos a los peregrinos con los que hemos andado estos días, y que posiblemente ya no volveremos a ver. Mañana tomamos el Camino de Invierno. Tampoco he tomado sus correos, salvo el del taiwanés Ju, que sin tener ni idea de español ni inglés viene desde Saint Jean. Le explico con dibujos y el traductor del teléfono en qué consisten las fiestas templarias de los próximos días en Ponferrada. Curioso también el caso de S... (no recuerdo bien), una chica belga que lo hace para superar el trauma que le supuso un intento de secuestro que sufrió hace unos años.

Molinaseca


Quedo con Ali, que nos ha dado cobertura en Ponferrada. Muy maja, buena conversación, pero es hora de acostarse. Antes me pondré el Traumel que ha inisitido en darme para las uñas, que las sigo perdiendo, este año caerán tres.


27/6/2018 Ponferrada - Carucedo

Ponferrada. Ese fin de semana se celebran las fiestas de los templarios


Mañana fresca, nubes, ojalá dure toda la caminata.
Sensaciones raras al dejar el Camino Francés, los peregrinos que hemos conocido. Nos despedimos de Eva, le pediré que mande una foto para el blog.

Eva. Mandó la foto llegando a Santiago



Empiezan las soledades, o una especie de soledad: vamos José Antonio y yo, no más, pero no voy solo. De vez en cuando me abstraigo, no lo suficiente. Hago fotos, pero no me dejo llevar, que tal vez es lo que me gustaría. Cuando tocan cuestas, él va tirando. Si fuera yo solo, la cabeza me jugaría alguna que otra pasada.



Cerezas. Los arboles están llenos de cerezas, tantas que ni las recogen. Nos invitan a comer las que queramos, este año hay demasiada producción. Estupendo desayuno.



* Comentario después del Camino: por coincidencia o por lo que sea, el primer libro que he leído al llegar ha sido Las cerezas del cementerio, de Gabriel Miró. Se podría decir que es andar otro pequeño Camino.



Se nota que es junio, todo está muy verde. La hierba cubre la senda y las zarzas ocultan las señales. Nos perdemos, ea.



Hablar con la gente de los pueblos siempre merece la pena: preguntamos a unas señoras si saben si el bar está abierto. Creen que no, pero como ven al nieto dentro del recinto me animan a preguntarle. El niño avisa a su abuela, abre, somos los primeros clientes. Nos termina explicando un atajo para evitar Villavieja y sus cuestas. Ganamos una hora de andar.




A la llegada a Carucedo pasamos a saludar a los padres de Alejandro. Nos liamos y terminamos comiendo con ellos, de la forma más natural. Luego en la Peregrina, al ver camas con sábanas, toallas, estar solos en el hotel, me emociona, me supera, ¿por qué tanto? me cuesta recuperarme.



Siesta, café y piscina. Ya nos lo tomamos a risa. Parecemos dos presos que nos hayamos colado en un spa. Isabel y Margarita, que han recibido indicaciones de Sami, nos facilitan todo.

Qué gustito. Se pueden observar que las uñas del índice del izquierdo y pulgar derecho están tomando un color que indica despedida


Terminaremos pensando que sí, que nos lo merecemos.

Sigo tristón.









28/6/2018 Carucedo - Sobradelo de Valdeorras



Cuesta levantarse de estas camas (sábanas de algodón fino, 135 cm, colcha para cuando refresca). Olvido la camisa, ya me la llevará Sami a Madrid.




Subiendo a Las Médulas ya no hablamos tanto, es normal. Vamos entrando en el Camino, cuando ya las novedades se esfuman y miras adentro. Silencios largos. Las cuestas, como en la vida, se sufren. El completarlas está en tu cabeza: si no llegas, baja el ritmo pero no te pares, aunque sea doloroso, aunque te den ganas de dejarlo, sigue y bebe, mete energía al cuerpo y ya cambiará la percepción.





Ir hacia abajo cambia unos problemas por otros. Hay que ir frenando. Los dedos de los pies chocan en la punta de la zapatilla una y otra vez. Resultado: ya van tres uñas negras. Dos por ir haciendo el burro bajando hacia El Acebo  días atrás y otra de regalo. Esos dedos están rojos y calientes, a punto de infección. Espero que aguanten.



Ha hecho fresco la primera parte de la mañana, un placer andar (aunque líneas atrás parezca lo contrario). Hemos visto cerezos cargados de fruto sin recoger y los hemos aliviado. Al parar cerca de Toral para charlar con gente que estaba recogiendo, nos cuentan el problema de este año: mucha producción, bajos precios debido al Valle del Jerte, no sale rentable recolectar.

Después del descanso sale el sol y cambia todo: nos damos cuenta que es paisaje de pinos, mucho más seco. Los cantos de los pájaros cambian por el de las chicharras anunciando calor, CALOR.



Pegados a la vía del tren excepto cuando un riachuelo desemboca en la presa que nos obliga a bajar y volver a recuperar altura. Esto no se ve en el perfil de la etapa. Me vacío en cada cuesta arriba, que José Antonio sube sin esfuerzo. Pero vamos muy callados, los comentarios son cortos y con poca sustancia, lo que avisa de que no nos encontramos muy flamencos.

Un paso bajo la vía del tren


Empiezo a valorar parar antes del final planificado. Poco a poco va encajando la propuesta. Ya estamos acostumbrados a bajar la exigencia cuando salimos a correr. Y no pasa nada.

Al llegar a Sobradelo asumimos la realidad. No merecía la pena caminar dos horas más bajo ese sol.

Nos reciben en el bar Mar Manuel (muy leído, como vimos durante la tarde) y Carla Paula, todo cariño. Nos van dando de comer como a pajarillos. Recuperamos fuerzas.



Tarde de tormenta. Suele pasar que la tormenta interior se adelanta a que empiece a caer el agua, cosas de la carga iónica de la atmósfera. En este caso, para mí con rayos y truenos, agua torrencial. Luego llovía en la calle y todo se despejaba.




Caí en la cama y me quedé frito.



29/6/2018 Sobradelo de Valdeorras - A Rua



San Pedro y San Pablo. Los kilómetros de hoy van dedicados a la familia. El Whatsapp está que arde con las felicitaciones.




Nos decían que la etapa de hoy era toda llana, tururú, será en coche. Vuelta a subidas y bajadas hasta llegar a O Barco de Valdeorras donde vamos un rato al lado del Sil, cargado de agua, haciendo crecer la sombra en sus orillas.




Hicimos bien en parar ayer. La etapa de hoy pasa poco de los 20 km que se andan sin problemas, sobre todo al principio, cuando todo está fresco. Y esto se traduce en el interior, todo más fácil.



Sin darnos cuenta llegamos a A Rua, con el alojamiento organizado ya. Comida, descanso, conversación larga con Isa, reconfortante.



Eso sí, no hay mucho que hacer. Intentamos ir al centro de salud para que nos vean las uñas: cerrado. Al fisio: cerrando. A la piscina: cerrada. Al supermercado: abierto, a comprar líquidos. Luego, paseo, tormentas antes y después, pero nada que ver con lo de ayer, aunque haya llovido más.



Esta noche celebran la fiesta del Perevinho, las etapas son los bares, con credencial y todo. A ver cómo termina esto.



30/6/2018 A Rua - Quiroga



Pues sí, se complicó un poco. Hay que aprovechar lo que se te va presentando. Charlar con la gente del sitio, compartir, risas, vinos. José Antonio se retiró antes. Yo estuve hasta la una.


A las seis suena el despertador, está lloviendo, tocan 30 Km, no hay pueblos para repostar ni hemos comprado nada. Puf, ¿de verdad merece la pena salir?, ¿no habrá un tren?. Te dejas llevar. Nos comemos unas magdalenas que me dio Isa en Madrid y un par de mantecadas que quedaron de Astorga. Con un yogurt líquido de José Antonio arreglamos el desayuno y a ver qué pasa.



Va parando la lluvia, el bar de la esquina abre, la camarera boliviana, amabilísima, nos va dando buenas energías. En la gasolinera compramos unos bocatas y líquidos. No hay más remedio que echar a andar.

Vamos a encontrarnos con huellas conocidas, esta vez sobre  barro fresco. Quien sea ha salido esta mañana de A Rua.


Se cierra el cielo y vuelve a llover, fuerte, con truenos que retumban en las montañas. Hace fresco, y es preferible a andar bajo el sol.


Con las capuchas que te cierran el campo visual, las gotas resuenan, se acaban las posibles conversaciones. Se va bien. Esperas que el calcetín mojado, pesado, no se te mueva en la zapatilla y termine haciendo ampollas en la piel reblandecida.


Oh, sorpresa. Al salir de Montefurado, desierto como casi todos los pueblos, nos encontramos al peregrino de la huella conocida. Nos lleva solo unos metros, va a buen paso y tardaremos 10 minutos en ponernos a su altura. Mientras tanto, ¿es chico? ¿es chica?. Es Txaro, de Bilbao, nos alegramos de vernos. En un rato ya nos hemos puesto al día. Una parada en el cobertizo de una ermita, para reponer fuerzas. Deja de llover. La novedad y el fresco hacen que los kilómetros pasen volando. Llegaremos a Quiroga sobre las 14h.





En el bar nos ofrecen darnos los platos según les parezca. Aceptamos. Me da rabia dejar comida sin terminar. Qué barbaridad, qué variedad.


Siesta memorable.

Paseo luego por la orilla del río Quiroga. Zonas medio organizadas con bancos y paseos, la Naturaleza se hace con ellos, los integra entre los avellanos, castaños, zarzas, arbustos y el río. Siento una tristeza extraña otra vez. Diría que es por no ser parte de esa armonía que nace espontánea, las plantas mueren y siguen dando valor al conjunto. No termino de entender esa emoción que viene de dentro.



Mañana de vuelta a Madrid, se acaba el Camino este año. Se me acaba la luz (22:36 h) y estoy escribiendo con luz natural. Ya no veo.