lunes, 27 de agosto de 2018

28/6/2018 Carucedo - Sobradelo de Valdeorras



Cuesta levantarse de estas camas (sábanas de algodón fino, 135 cm, colcha para cuando refresca). Olvido la camisa, ya me la llevará Sami a Madrid.




Subiendo a Las Médulas ya no hablamos tanto, es normal. Vamos entrando en el Camino, cuando ya las novedades se esfuman y miras adentro. Silencios largos. Las cuestas, como en la vida, se sufren. El completarlas está en tu cabeza: si no llegas, baja el ritmo pero no te pares, aunque sea doloroso, aunque te den ganas de dejarlo, sigue y bebe, mete energía al cuerpo y ya cambiará la percepción.





Ir hacia abajo cambia unos problemas por otros. Hay que ir frenando. Los dedos de los pies chocan en la punta de la zapatilla una y otra vez. Resultado: ya van tres uñas negras. Dos por ir haciendo el burro bajando hacia El Acebo  días atrás y otra de regalo. Esos dedos están rojos y calientes, a punto de infección. Espero que aguanten.



Ha hecho fresco la primera parte de la mañana, un placer andar (aunque líneas atrás parezca lo contrario). Hemos visto cerezos cargados de fruto sin recoger y los hemos aliviado. Al parar cerca de Toral para charlar con gente que estaba recogiendo, nos cuentan el problema de este año: mucha producción, bajos precios debido al Valle del Jerte, no sale rentable recolectar.

Después del descanso sale el sol y cambia todo: nos damos cuenta que es paisaje de pinos, mucho más seco. Los cantos de los pájaros cambian por el de las chicharras anunciando calor, CALOR.



Pegados a la vía del tren excepto cuando un riachuelo desemboca en la presa que nos obliga a bajar y volver a recuperar altura. Esto no se ve en el perfil de la etapa. Me vacío en cada cuesta arriba, que José Antonio sube sin esfuerzo. Pero vamos muy callados, los comentarios son cortos y con poca sustancia, lo que avisa de que no nos encontramos muy flamencos.

Un paso bajo la vía del tren


Empiezo a valorar parar antes del final planificado. Poco a poco va encajando la propuesta. Ya estamos acostumbrados a bajar la exigencia cuando salimos a correr. Y no pasa nada.

Al llegar a Sobradelo asumimos la realidad. No merecía la pena caminar dos horas más bajo ese sol.

Nos reciben en el bar Mar Manuel (muy leído, como vimos durante la tarde) y Carla Paula, todo cariño. Nos van dando de comer como a pajarillos. Recuperamos fuerzas.



Tarde de tormenta. Suele pasar que la tormenta interior se adelanta a que empiece a caer el agua, cosas de la carga iónica de la atmósfera. En este caso, para mí con rayos y truenos, agua torrencial. Luego llovía en la calle y todo se despejaba.




Caí en la cama y me quedé frito.



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